Godwin: la música como liberación y lucha social

El joven, de 17 años y origen nigeriano, recibe una beca para estudiar batería en la Escuela de Música Creativa de Madrid
Por Darío Nogueroles, Lidia Jiménez
En el barrio de San Cristóbal, donde las historias de esfuerzo y superación son el motor de la comunidad, Godwin destaca como un joven que encarna el espíritu de lucha y determinación. A sus 17 años, equilibra los estudios con largas noches de trabajo en un Burger King, sin dejar de perseguir su verdadera pasión: la música. Con una beca de la Fundación 5 Palabras, estudia batería mientras sueña con un futuro donde el talento y la perseverancia abran camino. Su historia es la de un soñador incansable, un ejemplo de humildad y trabajo en un lugar que sabe bien lo que significa pelear por el mañana. Por un trabajo mejor. Por una sociedad más justa. Por un mundo más igualitario.
Su padre, Julius Isibor Ihionkhan, llegó en patera a España en 1999. Después viajó su madre, Sara Ezemwenghian Aghahowa, que vino en avión desde Estados Unidos en 2000. Godwin ya nació en Madrid. Se apuntó a clases de percusión en la Casa San Cristóbal, de la Fundación Montemayor, que le queda a cuatro minutos de su casa a pie.
EL SENTIDO DEL RITMO
Es jueves, 18 horas, y Godwin llega al aula. Serio, tranquilo. Muy alto. Habla pausado y dice que no le gusta halagarse a sí mismo. “Lo bueno de uno mismo, que lo digan los demás”. Con esa madurez que no parece propia de su edad, cuenta que cursa Primero de Bachillerato en el Colegio Azorín y que lleva de nota media más de siete. Se le da bien casi todo, pero le gusta la Historia y el Inglés. “No tiene mérito. Mi familia es angloparlante”, bromea con humildad.
Asoma otra persona en el aula. Es Álvaro Blanco, de 27 años, músico y profesor de percusión, que comenta los talentos evidentes de su alumno. “Cada instrumento en la música es importante, pero tener un sentido del ritmo y saber cómo se debe desarrollar una canción es fundamental”, explica. Lleva deportivas de colores chillones y gorra de baseball. “Cuando uno está solo en el escenario, siempre hay un respeto, que no es miedo, pero es lógico... En los conciertos, como en el último, Godwin mantuvo la serenidad y tocó súper bien”. Mientras le acerca una batería, bromea sobre la fama que le llegará tarde o temprano.
Godwin atraviesa algo muy profundo cuando toca. ¿Qué es lo que sientes? Después de varios segundos, da con la palabra exacta: “Liberación”. “Cuando toco la batería me siento más libre”, añade esbozando una sonrisa. Antes no oía muchos tipos de música, pero, gracias a la beca y a las clases que recibe, el abanico se ha ampliado. “Antes escuchaba funk, pero ahora la escuela creativa me ha abierto a la bossa, la samba, el jazz y el swing”. Y su mayor talento lo encuentra cuando conecta con su origen africano. De hecho, fue su padre el que le enseñó a tocar la batería cuando era muy pequeño: “Cada vez que toco música con raíces afro siento que somos uno”.
Cuando se le pregunta por su futuro, se encoge de hombros. No se atreve a imaginar demasiado. “Si pudiera soñar, me encantaría tener mi banda y tocar. Pero si miro la realidad, veo que es complicado”, comenta. “Hoy en día la música tecnológica está quitando mucho espacio a la música acústica. Antes había bandas con varios músicos, ahora muchas veces es solo un cantante con bases pregrabadas”. Su profesor asiente. Pero le señala que hay que seguir luchando e intentándolo. “Claro, eso siempre”, apunta Godwin con la seguridad que da saberse talentoso, joven y sin miedo a esforzarse.